MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

07-10-2021

Tal vez ya sea tiempo

Tal vez ya sea tiempo

La herida sanada no es la olvidada, es la que recuerdas sin que duela.

Pablo Neruda

Tal vez sea el momento de abandonar los recovecos del pasado y emerger de la silenciosa penumbra en la que estoy inmerso.

Sacar los pies del sepulcral fango de tristeza y abandonar la tétrica melancolía que mantiene en sombras mi sonrisa.

Quizá ya sea la etapa de aceptar las ruinas y barrer el polvo.

Perseguir el haz de luz que lucha por abrirse camino entre las fúnebres nubes del hastío y dejar que nazca un río que desagote el mar de lágrimas en el que me ahogo cada tarde de domingo.

Posiblemente sea hora de atravesar las retorcidas espinas de la pena para llegar un poco más allá, donde la hierba cura los raspones. Donde la sangre cesa de correr y se topa con el dique de una nueva cicatriz que algún día será tan sólo otra herida de guerra, otra marca de vida, que quedará allí dando un silente testimonio de la inquebrantable voluntad con la que atravesé el desolado desierto donde el duelo descansa.

Una herida que dará cuenta del agobio de los días y el frío eterno de las noches pero que entonces, ya cerrada, será una prueba más de mi existencia.

Tal vez sea éste el momento de suturar el tajo y dejar que sea el tiempo el que se encargue de desmenuzar los hilos. Y abandonar la pesadumbre del fallido intento de olvido para dejar que sea el recuerdo el que se imponga.

Juntar las piedras de las ruinas y abrir el arcón de los tesoros. Para guardarlas ahí, en ese cúmulo de vida que crece a cada paso, que me enriquece cada día.

O tal vez no, tal vez no sea tiempo aún. Cómo saberlo?

Ya he estado aquí, en el fango de la angustia.

Y ya he salido.

Pero nunca supe cómo.

Siempre, inexorablemente, llegó el día en que tuve que mirar atrás para ver el barro. Siempre, todas las veces que la vida me puso a sangrar, me encontré caminando por soleadas praderas sin saber muy bien cuándo, en qué momento, dejé atrás la bruma que las escondía y no me permitía verlas.

Sólo sé que cada vez que me tocó enfrentarme al dolor hice lo mismo que aquella rana que, habiendo caído en un pozo de crema, sacó a relucir su férrea pasión por la vida y nunca dejó de patalear, por más difícil que le resultara mantenerse a flote.

Y que un día, un inesperado día, la crema se hizo manteca y la rana resbaló sobre ella hasta salir del pozo...

Por eso el “tal vez”. Por eso el “quizá”.

Porque no tengo manera alguna de saber de antemano cuánto tiempo tendré que patalear hasta que el fango sea adobe y pueda pararme sobre él.

No lo sé. Y no me importa.

Porque a lo largo de mi vida he descubierto que no hay nube que pueda con mi canto, aun cuando no haya nadie que lo escuche. Aun cuando ni yo pueda oírlo por momentos.

No hay barro que haya logrado detenerme, aunque haya tenido que arrastrarme para poder avanzar.

No hubo triste alambrado que no haya podido saltar, aunque las púas me hayan lastimado mientras trepaba.

No, claro que no importa cuánto tiempo me lleve.

Porque muy bien sé que, un día cualquiera, mi escondida sonrisa se hará sonora carcajada y el canto silencioso, una oda a la alegría. El paso lento será ritmo y la cabeza gacha estará erguida.

Por eso aún hoy, mientras camino en este lodo, me siento pleno, indomable, tal vez hasta invencible.

Porque no todo el campo es orégano ni todo el monte, olivo.

Y por eso abrazo los tiempos en que curo cada herida.

Porque después de todo,

mal que nos pese,

el duelo es parte de la vida…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

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