MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

15-11-2018

Carta abierta a las mujeres

Carta abierta a las mujeres

Se atrapan más moscas con miel que con vinagre.

Dicho popular

–Sos un cagón –me dijo.
–Ahora por qué, pelotudo?
–Porque no escribís sobre “minas” –sentenció el pelotudo.
–Escribí “Mujer de las cuatro décadas” –intenté defenderme.
–En primera del plural... haciéndote una de ellas, maricón.
–De los pocos que me leen, el 95% son mujeres, nabo –dije, como si con eso pudiera dar por finalizada la batalla.
–Por eso mismo, maricón –remató.

Bien...

En general, no entro en desafíos. Menos cuando el camino para convocarme es tildarme de gallina. Pero esta vez decidí levantar el guante. Y aquí va mi salto al vacío...

Olviden por un rato al papá. Sáquense de la cabeza por completo al tipo que lava, plancha y cocina. Ni se acuerden del que crió dos hijas. Todas esas son facetas de mi hombría, pero hoy voy a escribir desde el lugar de espécimen masculino de la humanidad. O sea, desde el lugar de hombre, pero en relación con “las mujeres”.

El primer problema serio que enfrento es cómo hacer una síntesis de algo virtualmente imposible de sintetizar. Así es: el género femenino es, a nuestros ojos –los de los varoncitos– tan incomprensible como imposible de ser sintetizado en pocas líneas. Miles y miles de páginas tratando de explicarlas dan fe de lo que digo.

Por eso ni voy a intentarlo. Fui, como dicen mis hijas, bastante “gato” cuando era soltero y joven. Tuve pilas de amigas mujeres. Aún hoy tengo unas cuantas. Me casé con una y tuve dos hijas. Durante unos cuantos años formé familia con una segunda mujer que aportó una hija suya a mi vida (sí, no aprendo) y hasta tengo una perra como mascota.

Soy un experto en no entenderlas. Un erudito en vivir con cara de sorpresa. Un Stephen Hawking en no tener ni la más puta idea de adónde conducen los insondables agujeros negros del psiquismo femenino. No entiendo el rebuscado circuito neuronal de esta maravilla que Dios puso en el mundo por el módico precio de una costilla. Ni siquiera lo logro con la perra (y no hablo de ninguna de mis ex mujeres).

Por ahí alguien dijo que las minas no están para entenderlas, sino para amarlas...

Bueno, aquí mi carta, muchachas del orbe:

Mujeres, si ustedes quieren que las sigamos amando sin tener ni la más remota idea de qué clase de bicho son, es hora de que ustedes entiendan a los hombres, que somos bastante fáciles de comprender, por cierto. Pongan a los metrosexuales en la vereda de enfrente, júntenlos con los retrógrados machistas y quédense acá, a escuchar a un hombre que habla en nombre de los que quedamos de este lado de la calle.

Todos sabemos que nuestros ancestros varoncitos las han sometido todo lo que han podido, manteniéndolas en un lugar de mierda por mucho, mucho tiempo. Pero han recorrido un largo camino, muchachas. Y en ese sendero hacia la igualdad han tenido que librar batallas jodidas. Muchas. Aún hoy están en pie de guerra, en una larga revolución que ya lleva unos cuantos años.

Pero como pasa con todas las batallas, hay “bajas” de los dos lados. Hay pérdidas.

Y del lado de ustedes, mujeres, hay una que tienen que resucitar si es que quieren que los hombres nos banquemos no entenderlas y simplemente amarlas.

A nosotros, no importa por qué, se nos hace indispensable sentirnos “machos”, “protectores”, “necesitados”. Queremos, más áun, ne-ce-si-ta-mos ser los “fuertes”, los que “llevamos los pantalones”, por muy bien que los jeans calzen en sus cuerpos. No tiene que ser cierto, es más, nunca lo fue. Nos alcanza y nos sobra con CREER que es así.

Durante todos los años que la humanidad lleva de existencia, la tuvieron re-clara. Pero en algún momento, entre tanto tiro, lío y cosa golda de esta “guerra de los sexos” perdieron su más poderoso armamento. Ese que les hacía ganar todas las batallas con su hombre, aún en las épocas en las que menos “mandaban”. Esa poderosa artillería que era vuestra maravillosa actitud por la cual nosotros, los “machos”, vivíamos engañados pero felices sintiendo que éramos quienes llevábamos la batuta, mientras no hacíamos otra cosa que hacer todo, absolutamente todo lo que ustedes quisieran.

Pasaron de jugarla de necesitadas a que nos quedara claro que ustedes son las que deciden.

Y ahí la cagaron.

Ahí perdieron la más poderosa arma que vuestro ejército tenía: esa mirada de “te necesito” que nos manipulaba hasta el punto de llevarnos a la guerra entre ciudades en la Antigüedad. Ese “pucherito” con el cual han logrado que uno empujara montañas para que ustedes pudieran pasar. Esa mirada de nena por la que hemos cruzado los mares sólo para traerles lo que fuera que quisieran y que estuviera en la otra orilla...

Mujeres queridas: a los hombres de este lado de la calle nos encanta que trabajen, que sean profesionales, que se valgan por sí mismas, que inunden el mundo con todo lo que su condición de mujeres puede aportar. Pero si quieren realmente dominarlo, si quieren ser las “amas y señoras” del Reino, vuelvan a engañarnos, vuelvan a hacernos creer que somos nosotros los que mandamos.

Engrúpannos tan descaradamente como siempre lo hicieron, que somos tan básicos que con eso alcanza.

Ya nada es igual, ya lograron que la Revolución se instalara.

Pero si quieren tomar la Bastilla y desde ahí conquistar el Mundo, poniéndonos nuevamente a vuestros pies, recarguen el cañón pasivo-agresivo.

Que a nosotros,

los hombres,

eso nos mata...

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

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