MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

17-10-2019

Tito, un negro de ésos

Tito

Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia.

Mahatma Gandhi

Sólo las dictaduras se apoyan en la forma descripta en el epígrafe como método para imponer cambios. Sólo las dictaduras creen que esos cambios se pueden mantener con más violencia.

Y los dictadores, por muy poderosos que hayan sido, siempre han sido enormes estúpidos. Porque jamás lograron el “cambio”. Ni bien cayeron, con ellos cayeron los cambios que creyeron haber logrado durante su mandato.

Sin embargo, hoy por hoy, pilas de movimientos que buscan cambios, pretenden generarlos a través de la violencia.

Como ya conté en alguna otra nota, a mis 23 años tenía una empresa maderera. Empresa que contaba con una cuadrilla compuesta por un capataz –un hombre de unos 40 años (el de la foto)– y tres peones a su cargo, todos oriundos de Santiago del Estero.

Más allá de las horas de trabajo, de las cuales tengo algunas anécdotas divertidas para contar y una cicatriz como recuerdo de una de ellas, compartí con la cuadrilla de Tito –tal el nombre del capataz– infinidad de momentos sociales.

Uno de esos días me invitaron a tomar mate con ellos y cuando me siento, casi me caigo porque el banquito, construido por ellos mismos, era particularmente bajito.

–Tito, qué es esta mierda de banquito? –le dije, mientras todos reíamos por el acto de equilibrismo que había tenido que hacer para no irme de culo al piso.
–Es que no es para sentarse, don Adrián (había logrado que dejara de decirme “patroncito”, pero el “don” no se lo pude sacar).
–Ah, no? Y para qué carajo sirve?
–Es pa´la pony –respondió con una sonrisa “cómplice”.

“Para la pony” no significaba precisamente que lo usaban para que el pequeño animal apoyara sus patas para lustrarle los cascos. “Para la pony” era “para llegar a la altura donde la pony tiene la ‘ura’ (palabra que en quechua quiere decir “sur, abajo” y que se usa para referirse a los genitales femeninos por “la de abajo”)”.

Lo curioso, lo realmente curioso, no era sólo la naturalidad con la que hablaban de esto, sino el hecho de que los mismos tipos que contaban alegremente que se cogían a una pony, cargaban a uno de los peones porque él le daba a ovejas.

Claramente, estos tipos eran unas bestias, unos negros de mierda, no?

Bueno... no.

En la época de los griegos, los filósofos y miembros encumbrados de la sociedad en lo intelectual, tenían un efebo. Qué era un efebo? Un jovencito que podía tener entre 12 y 15 años, que aparte de ser el discípulo del filósofo en cuestión, era carne de cañón para satisfacer los deseos sexuales del maestro. Y con el criterio de “negros de mierda” para unos, deberíamos tildar de “pedófilos hijos de puta” a los otros.

Pero la sociedad griega a la que me refiero es una que tuvo lugar 600 años antes de Cristo. Y evolucionamos, por el amor de Dios! No?

Pues entonces habría que llamar ignorantes retrasados a los indios oriundos del Amazonas que piden a los dioses para que el fuego se apague en lugar de ponerse a tirar baldes de agua.

Pavada de kilombo…

Si fuera una cuestión de etiquetas, no pasaría nada. Pero el problema es que esas costumbres chocan con los valores de nuestra cultura. Y entonces queremos que esas costumbres cambien.

Y aún cuando yo estoy absolutamente de acuerdo en que los animales no tienen por qué ser el instrumento de descarga sexual de los seres humanos, no dejo de ver que cuando decidimos que eso hay que cambiarlo, de alguna manera nos estamos encumbrando en el pico de la pirámide social, autodeclarándonos superiores moral y culturalmente y decidiendo que “eso” está mal. Y que esta gente “necesita” que los eduquemos y les “enseñemos” cuál es la escala de valores que deben tener y qué costumbres deben adoptar. Y aquél que se resista, pues irá en cana por zoofilia. Eso si logramos detener la apaleada por parte de veganos y animalistas.

...

La evolución de una cultura siempre supuso la absorción y hasta la supresión de otra.

Cuando la humanidad se dio cuenta del daño psíquico que se le generaba a esos efebos, nombró a esa costumbre “pedofilia” y la incluyó en el Código Penal.

Cuando la humanidad descubrió el ciclo de la lluvia, dejó de cantarle a los dioses y fabricó sistemas de riego y paraguas.

Cuando la humanidad decidió contemplar a los animales desde un lugar más sensible, decidió que esa práctica era una desviación y la llamó zoofilia, algo que creo que aún no está penado pero que tiene absoluta reprobación social.

...

Queremos que la práctica de Tito cambie? Por supuesto.

Pero el camino no es la sentencia. El camino no es separarlo de la sociedad, aun cuando esa separación sólo sea llamarlo “negro de mierda”.

El camino es entender que en la cultura de ese “negro de mierda”, esa práctica no está reprobada, por muy desagradable que nos resulte. Y que esa cultura es tan válida como lo fue la griega. Y, tal como pasó con aquella, una cultura que se autoproclama más evolucionada (la nuestra, la de los que decidimos que eso está mal) decide hoy que esa práctica no va a ser aceptada.

Pero si queremos que eso cambie y que ese cambio sea permanente, realmente evolutivo, quizás deberíamos tratar de acercarnos desde ese lugar en el que tengamos plena conciencia de que vamos a “conquistar” una civilización y a “imponerle” nuestros valores. Y que ese hecho encierra de por sí solo una cuota de violencia importante, como para agregarle que sea a palazos.

Porque si logramos esa mirada con este tema como mero ejemplo, tal vez logremos ver en cuántos otros temas en los que queremos cambios deberíamos tener el mismo acercamiento.

A menos que seamos tan estúpidos como para creer,

al mejor estilo de los dictadores,

que el camino es la violencia…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

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