26-01-2017
Hay veces que debes pelear la misma batalla varias veces antes de poder ganarla.
Margaret Thatcher
Vivimos en un época de frases motivacionales, programación neurolingüística y cartelitos de vamos que se puede. Frases que nos “ayudan” a vivir. Pensamientos que nos “llenan” el alma. Y que por supuesto nos garantizan el hallazgo del Arca perdida, ésa donde se esconde la felicidad absoluta.
Y creemos en esas frases...
Y ni hablar si el que las dice es un monstruo, un genio indiscutible, o diez genios. “Cuanto más trabajo, más suerte tengo” es una de las que se le atribuyen tanto a Thomas Jefferson, Stephen Leacock (ni idea de quién fue el tipo) y hasta al mismo Steve Jobs.
Como sea, cuando esas frases ya no es un mamarracho que encontró el curro de venderle a la gente la idea de que es posible “programarse” quien las dice, sino gente que se ha ganado el respeto de la Humanidad, ahí cobran una magnitud de sabiduría que nos sentimos Moisés en el monte Sinaí, tomando nota de la Verdad. Para después “bajar” para explicarle al Mundo cómo son las cosas y así liberarlo de la esclavitud de la frustración, del yugo de la limitación, de las cadenas de nuestra condición humana.
Ahoooora, si la frase la dice un tipo con un turbante en la cabeza, ah... ahí Dios pasa a ser un alumno más, otro ignorante que tiene algo que aprender. Así que cuando Swami Vivekananda (menos idea aún de quién es, pero tiene turbante, debe ser muy sabio...) dice: “Para tener éxito debes tener una enorme perseverancia, una enorme voluntad. Voy a beber el océano, dice el alma perseverante”, nos dejamos iluminar por el poderoso reflector de su sabiduría y vamos todos al borde del mar a empezar a tomarnos tooooda el agua salada... así de boludos podemos ser...
Permiso, déjenme subirme al monte de la soberbia por un rato, que allí soy Dios y Moisés al mismo tiempo. Ahí dicto y tomo nota. En ese lugar sagrado enseño y aprendo. (Prometo no quedarme para siempre).
Margaret, si tu idea fuera válida nunca nadie ganaría una batalla y nos pasaríamos la vida en guerra, convencidos de que en algún momento, peleando siempre la misma, vamos a lograr el objetivo.
Thomas, Stephen o Steve, quien mierda sea el que dijo la frase original, les tengo una pésima noticia: la suerte no depende del trabajo. Shit happens y contra eso no se puede. No siempre el laburo y la constancia dan los frutos que perseguimos. Algunos lo logran pero no es algo que toda la humanidad disfrute.
Y mi querido Swami... si nos vamos hasta el océano a intentar bebérnoslo, vamos a terminar vomitando a los dos o tres litros... y eso es todo lo que va a pasar por más voluntad que le pongamos.
Más de uno de los que me conoce se estará preguntando qué me pasa, a mí, el boludo que vive hablando de trabajar, de luchar por lo que uno quiere, de perseverar incansablemente...
No es tan difícil. Me molestan los dogmas. Me hinchan las pelotas porque inevitablemente dejan afuera de la reflexión nada más ni nada menos que a la condición humana.
El fracaso es parte de esa condición. Y si lo dejamos afuera, si nos hacemos los boludos y nos creemos que alcanza con insistir, vamos a vivir frustrados. Y es poco lo que vamos a aprender en el camino. La verdadera soberbia es pensar que somos omnipotentes, que todo se puede, que todo depende de nosotros.
Hay batallas que se ganan y batallas que se pierden.
Brindemos por las que se ganan. Hagamos el baile del triunfo cuando logramos algo. Cantemos de alegría hasta quedar afónicos.
Pero aceptemos las que se pierden. Lloremos como hijos de puta. Puteemos a los cuatro vientos por la impotencia. Miremos para arriba y preguntémosle a Él por qué “nos hace esto”...
Y aprendamos todo lo que podamos de esa derrota.
Aunque más no sea eso.
Que a veces... nos toca perder.
No, no se me depriman, que no es mi estilo. Déjenme subirme otro rato al monte (la vista desde ahí es espectacular). Traigan sus tablas y tomen nota (vos también, Swami). Permítanme que con voy gruesa y sin rostro les diga (enciendan el Surround 7.1):
“Queridos mortales:
Vayan de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo, como decía Churchill. Peleen, den batalla cada vez, que van a ganar unas cuantas. Pero sepan que van a perder otras tantas.
Luchen, insistan, líbrenlas todas las veces que haga falta, que va a pasar algo mucho más maravilloso que triunfar.
Perseveren...
y vivirán.”
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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.
El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.
Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.