23-04-2020
Qué vanidad imaginar que puedo darte todo.
Julio Cortázar
Tal vez sea allí, en ese imaginar que puedo darte todo, donde mi vanidad alcance su punto máximo.
Quizás sea en ese lugar en donde pierde por completo cualquier vínculo con la realidad.
Poco me importa…
Porque de todas formas quiero darte alegría, sobre todo las veces que estés triste. Quiero poner colores a cualquier gris que padezcas y música al silencio en el que se hunde tu alma cuando no está a la vista la salida.
Quiero ser quien te dé la antorcha cuando no veas el camino, cuando la noche cae y esconde las piedras.
Pero también quiero darte alegría que se sume a la tuya, que la sobrecargue hasta ese punto en el que la risa duele.
Cuando la angustia se cierne amenazante sobre el sendero, quiero darte la calma para seguir caminando.
Y cuando el miedo te envuelve con su manto de cadenas, quiero darte la fuerza para romper el candado.
Quiero darte paz en tus tiempos de guerra, para ser yo quien anuncie tus triunfos, vitoree tus logros e invente cánticos para tus éxitos.
Pero también quiero darte la misma paz en tus momentos de calma, para que sea tanta, tanta, que puedas adormilarte bajo la calidez de un sol interior.
Qué vanidad pensar que puedo darte todo…
Y sin embargo quiero colmarte de fantasías para contrarrestar tus realidades, cada vez que tengas demasiado apoyados los pies sobre la tierra. Y así lograr que los despegues del suelo, aunque sea por un instante.
Y quiero darte realidades que te protejan de tus fantasías, en aquellos momentos en que están puestas al servicio de huir del piso.
Qué vanidad la mía… no hay dudas.
Pero qué poco me importa.
Porque quiero darte mi oído cuando sea un amigo lo que te haga falta. Mi ayuda, las veces que se pueda. Y mi abrazo, las veces que no.
Quiero darte mi pecho para que descargues tu ira, tu bronca, tu frustración cuando algo en el mundo te enoja a ese punto. Quiero darte la tranquilidad de que ahí está, listo para contener el embate.
Y el hombro, para cuando finalmente estalles en llanto.
Quiero darte complicidad para engañar al hastío, inventiva para matar la rutina. Y permanente memoria para ahuyentar al olvido.
Quiero darte olvido para matar los dolores, rutina para sabernos cada vez más. Y hastío para motivar los cambios.
Quiero darte mi inocencia, para que juegues con ella.
Quiero darte experiencia, para cuidar tu inocencia.
Qué vanidad pensar que puedo darte todo, es cierto.
Y qué poco me importa…
Porque quiero darte húmedos suspiros mientras recorro tu cuerpo. Y ahogados gemidos, como prefacio del espasmo final al que quiero llevarte.
Quiero darte seguridad, protección, cariño, apoyo, comprensión, paciencia, compromiso…
Quiero darte amor.
Pero tal vez no sea tanta mi vanidad.
Y sea por eso que poco me importa.
Porque sé muy bien que no puedo darte todo lo que necesites de la vida.
Pero quiero que sepas que, sin titubear ni por un instante,
puedo poner en tus manos,
todo lo que tengo para darte…
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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.
El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.
Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.