MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

05-02-2021

Nada de pan, sólo circo

Nada de pan solo circo

Existe algo muy morboso en la simpatía moderna por el dolor.

Oscar Wilde

En todas las redes sociales es posible elegir si el perfil que creaste querés que sea público o privado. Tal es así que muchos, como yo, tenemos dos perfiles: uno, que sólo compartimos con nuestros amigos y seres queridos, y otro en el cual “ofrecemos” algo públicamente, para ser visto por cualquiera...

Cuando yo subo un escrito y lo comparto públicamente, inevitablemente me expongo a la posibilidad de recibir comentarios negativos.

Es así como frente a alguna nota romántica me han llamado “gurú de la milanga” o, en casos en los que he escrito sobre temas sociales, he recibido comentarios que van desde “machista” o “misógino” hasta “hijo de puta” y otros epítetos más fuertes aun. Algunos comentarios incluso, sin más texto que el insulto mismo.

Nadie me obliga a subir mi post. Nadie me fuerza a hacerlo público. Nadie me roba nada cuando lo comparte y como comentario a ese texto compartido escribe que le parece una idiotez lo que escribí o peores cosas.

Y si no tuviera brazos, o fuera rengo, o tuviera alguna forma de discapacidad, nada de eso sería diferente. Seguiría siendo yo el que DECIDE hacer público lo que subo a la web y exponerme ante un sinfín de desconocidos. Desconocidos a los que si les parezco un pelotudo no van a tener la piedad que podrían tener mis seres queridos y no van a callar su opinión.

Pero repito: yo de-ci-dí subirme al escenario. Nadie me forzó a ello. Si recibo aplausos los disfruto. Y si me tiran tomates me la banco.

Durante muchos años compré las tarjetas navideñas que venden los pintores sin manos. Y si bien las compré para colaborar económicamente con gente que a las claras la tiene más difícil que yo, el motivo principal por el que lo hice fue que las pinturas me gustaban. Me parecían buenas obras de arte. Con el plus de que habían sido pintadas con los pies (lo que supongo harto difícil), no lo niego. Pero jamás las habría comprado si me hubiesen parecido una porquería desde el punto de vista de mi escala estética.

Por otra parte, hace muchos años atrás se dejaron de usar animales en los circos. No parecía nada bueno tener bichos fuera de su hábitat con el único fin de entretener a los humanos que querían ver, por ejemplo, como un boludo mantenía a raya con una fusta a un par de leones a los que hacía saltar a través de aros de fuego.

Pero mucho antes que eso, se dejaron de usar humanos. La mujer barbuda, el hombre langosta, el nene lobo y otras personas con particularidades que llamaban la atención era expuestos para el regodeo del morbo de los idiotas que iban a verlos.

Loco es entonces que hoy sean ellos mismos los que se exponen. Sin ofrecer nada más que su “particularidad” como hacían aquellos “fenómenos” de los circos de antaño. Gente sin brazos, con piernas que terminan en las rodillas de las que salen los pies, cara deformadas hasta lo bizarro se muestran en las redes sin nada más que eso para compartir.

Cuando veo una chica flaquita, linda, bien formada, teniendo un perfil público al cual sube videos cortitos de ella bailando sin ninguna habilidad particular, moviéndose estúpidamente o poniendo caritas sin ningún contenido más que lo que describo, pienso dos cosas: que es una tarada y que los que la siguen y ponen likes a lo tonto son aun más tarados.

Porque no acabo de comprender qué se supone que ofrece ella ni qué se supone que se obtiene de particular como para seguir sus cientos de publicaciones, todas iguales, sin contenido alguno más que unos segundos de nada moviéndose más o menos estúpidamente.

Y cuando veo a gente con las “particularidades” que describí hacer lo mismo que la chica, pienso exactamente lo mismo. Porque, por muy fuerte que suene, se puede ser rengo e imbécil, se puede tener alguna forma de degeneración genética y aparte ser un pelotudo. Se puede ser paralítico y manipulador ventajero

Ni la renguera ni la degeneración garantizan inteligencia o calidad de ser humano.

Porque no estoy hablando de aquellas personas que enfrentan alguna forma de adversidad y comunican que se puede vivir feliz a pesar de eso y lo hacen a través de claros mensajes positivos. A esa gente la apoyo, la aplaudo, la admiro. Porque es verdad que están dando una gran contribución a todos aquellos que también tengan alguna forma de dificultad física o mental.

Pero he visto hasta padres moviendo a sus hijos como marionetas (hijos con, además, claros problemas mentales que imposibilitan que eso haya sido consentido) al compás de una música cualquiera.

He visto hasta empresas que se dedican a cualquier cosa menos a atender discapacitados subiendo fotos de nenes sin brazos, sin piernas o con deformidades realmente jodidas en la persecución de sumar likes y seguidores con fines puramente económicos.

Y he visto gente con alguna de estas características no ofrecer nada más que mostrarse con fines económicos o, lo que es peor aun, en la desesperación de buscar alimento para su autoestima.

Y a esto quería llegar.

Cuando los morbosos se suman a este circo digital y meten like desde la hipocresía absoluta, no ayudan nada.

Cuando los “empáticos” de hoy en día dan el “me gusta” porque son una maravilla de seres humanos “inclusivos” no ayudan nada.

Porque la desagradable realidad es que no es verdad que les guste y lo celebren.

Los primeros dan su “like” como cuando aminoran la marcha del auto para poder ver el accidente en la autopista y poder contar después cuántos muertos y cuánta sangre había.

Y los segundos lo hacen porque con eso sienten que son buenas personas. Para dos segundos después olvidar por completo a ese al que “apoyaron” y seguir con su vida como si nada.

Tal vez les dio un poco de lástima si son medianamente “humanos”. Pero se les pasa rápido.

Ninguno (o casi ninguno) analiza su tiempo para ver cómo puede contribuir a que esta gente tenga una vida mejor. Ya está, ya contribuyeron. Pusieron “me gusta”, joder! Qué más se puede pedir?

Y todos, los morbosos y los empáticos les distorsionan la realidad a estas personas, que cuando salen a la calle y ya no es a través de una pantalla que se los ve, el mundo les devuelve toda clase de expresiones que les recuerdan su desgracia. Desde miradas forzadas hacia otro lado hasta no poder controlar al hijo pequeño que pregunta inocentemente o expresa su desagrado porque lo que ve lo asusta.

Cuando le metemos like al tontito que sube 500 fotos de sus bíceps o a la boba que postea 300 tik-tok haciendo nada, no les hacemos ningún favor.

Pero cuando hacemos eso con gente que ya la tiene difícil, me parece que no sólo no ayudamos. Creo que les hacemos daño. Pienso que hacerle creer a alguien que baila bien y tiene un futuro allí porque le falta una pierna y sólo por eso, aun cuando baile como el culo, es joderlo. Es condenarlo a la frustración que va a sentir cuando, completamente convencido a partir de la enorme cantidad de seguidores y likes que tienen sus publicaciones, vaya a buscar que lo contraten en una compañía de danzas y no lo acepten.

Creo que lo condenamos a que sienta que lo están discriminando porque le falta una pierna, con todo el dolor psíquico que eso le va a traer.

Cuando la realidad es que simplemente no baila bien. Y eso es todo. Es tan malo como yo bailando y por eso no lo contratan a él ni a mí, que tengo las dos piernas pero que no saben cómo coordinarse para lucir bien cuando pretenden seguir un ritmo cualquiera.

Quiero un mundo en el cual se respete a la gente. Y engañarla no es respetarla.

Quiero un mundo en el que a los morbosos les alcance con Crónica TV y no anden jodiendo a gente que ya la tiene lo suficientemente difícil como para agregarle a eso la falta de respeto que es el engaño.

Quiero un mundo que aplauda el arte cuando le gusta y no cualquier mierda por compasión.

Quiero un mundo que pueda putear a un hijo de puta, independientemente de si camina o está en silla de ruedas.

Porque eso es respeto. A los que caminan y son buenas personas. Y a los que no pueden caminar y son buenas personas.

Quiero un mundo que aplauda el arte. Para que el artista, independientemente de sus características físicas o mentales, pueda disfrutar de la veracidad de ese aplauso. Y para que el artista que es criticado tenga la posibilidad de trabajar para mejorar. O cambiar su horizonte si es tan malo como yo bailando.

Quiero un mundo que respete a los seres humanos como tales, que sea realmente inclusivo.

Y no la basura morbosa e hipócrita que,

lamentablemente,

nos toca vivir en estos tiempos…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

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