28-01-2017
Eso te gusta. Tratar de mostrarle al otro una buena manera.
Alguien que me conoce mucho
–Además de todo lo que no funciona, ¿alguna novedad copada? Una que justifique haberte whatsapeado –me escribió alguien que me conoce poco.
Yo había contado que tenía roto el aire de la oficina, que el termotanque de mi casa se había apagado y no lograba encenderlo y que la luz de la mesada de la cocina había palmado, pero que era más complejo que cambiarle el tubo...
–Copada para quién? Para mí? –contesté con alguna desconfianza, porque me pareció un poquito agresiva su frase. Y agregué: –Me está yendo muy bien con el Blog.
–Leí algunas cosas –me “whatsapeó”.
–Y qué te parecieron? –escribí entusiasmado, pensando que íbamos a debatir sobre alguno de los temas sobre los que escribo.
Duró poco el entusiasmo…
–Mmmmmm. Demasiado trillado, demasiadas malas palabras, y para mi gusto, falta contenido. En algunos casos, una visión por completo machista –fue la respuesta que iluminó mi pantalla y apagó mis ganas de charlar.
No llegó a atenuarse el brillo de la laptop, cuando llegó el agregado.
–Te lo habrás imaginado, ya que el 'me gusta' mío no llegó nunca –remató.
La conversación siguió un poco más, pero hasta acá es todo lo que me inspiró para escribir esta nota. De todo se puede hacer algo constructivo. Vamos a intentarlo.
…
En otra oportunidad me detendré a explicar por qué no creo que haya palabras que puedan ser llamadas “malas”. Groseras? Puede ser. Fuertes? Tal vez. Pero son tan claras, la puta madre, que dan ganas de usarlas. Y por eso las uso.
Pero me encantó lo de “trillado” y “falta contenido”. De ahí salió la musa que me compelió a escribir (sí, sí, también me hinchó las pelotas, pero eso se maneja; las ganas de escribir, no).
Escribo sobre la vida. No hay manera de que no haya contenido. La vida está repleta de contenido. Pareja, hijos, familia, amigos. Alegrías, tristezas, esperanzas, decepciones. Amores, odios, pasiones. Tolerancia, paciencia, convivencia. Angustias, miedos, dolores. Recuerdos, experiencias...
Son temas “trillados”?
Gracias a Dios sí. Porque trillar es triturar el cereal para separar el grano de la paja. Para que lo que quede sea lo aprovechable.
Eso intento todo el tiempo. Despejar la paja del trigo. Porque la vida es un campo maravilloso, más que aprovechable. Y pienso que muchas veces no lo valoramos lo suficiente. En incontables oportunidades he visto granos desperdiciados sólo por el hecho de no saber cómo “trillarlo”. A mí también se me perdieron semillas por no poder verlas entre tanta “paja”.
Me dí cuenta de esto siendo bastante joven. Y por eso siempre he tratado de ser el mejor campesino posible en las cosechas de mi vida. Por eso me tomo el tiempo de agacharme a recoger cada granito de trigo que haya en mi camino. Para aprovecharlo. Para disfrutarlo. Para juntarlo con otros que ya tengo y hacer un rico pan para comer en familia.
Y porque pienso que aprovechar la vida lo más que se pueda es una buena manera de andar por ahí, escribo. Y trato de compartir con el que me lee, con el que me “escucha”, otro modo posible de pensar las cosas trilladas. Y cuando lo hago, siento que pongo algunos de mis granos de trigo sobre la mesa, para compartirlos.
Por eso voy a seguir trillando las cosechas y escribiendo sobre eso.
Porque cuando alguien pone “me gusta”, comenta, lo comparte o etiqueta a amigos para que les llegue, creo que logré despejar el grano y me siento bien imaginando que en alguna parte, tal vez haya alguien que lo haya podido aprovechar para hacer un rico pan con su mujer, con sus hijos, con su familia o con sus amigos. O con todos esos.
Y con eso me alcanza y me sobra para seguir andando por ahí con la panza llena, repleta de contenido, con un montón de granos trillados que alimentan mi hambre de vida...
Tal vez tendríamos que aprender que de todo se puede hacer algo constructivo.
Quizá deberíamos intentar separar mejor la paja del trigo y comer pan hecho de todos esos granos que la vida nos da –mezclados entre tanta paja– hasta tener que aflojar el cinturón.
Porque todos sabemos que,
a panza llena,
corazón contento…
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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.
El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.
Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.