03-09-2020
Es increíble la presencia que puede tener una ausencia.
El autor
Era una noche perfecta para la tristeza. De perezosa lluvia y obstinado frío. El silencio reinante sólo se entrecortaba por el caer de una gota inconstante que golpeaba, del otro lado de la pared de living, sobre la chimenea de la estufa de tiro balanceado que puertas adentro luchaba infructuosamente por mitigar la hostilidad del clima.
Nunca había rehuido de la tristeza. Siempre le había dado espacio en su vida, como a todos los afectos pasibles de ser vividos.
Y esa noche no iba a ser la excepción...
Resignado a que la soledad se instalara en él, pudo ver de reojo el tiempo detenido en aquél reloj de pared que, sin pilas, estaba dando –por esas casualidades de la vida– la hora exacta por segunda vez en el día.
Giró la cabeza para contemplarlo por unos minutos, tan sólo para romper la magia de esa coincidencia, por el simple placer de ver la discordancia entre la realidad y la hora que las detenidas agujas pretendían señalar.
Y fue recién entonces que subió las escaleras hasta su escritorio.
Allí, la llovizna acariciando la ventana le hizo imposible no recodarlas. A aquella noche en la que había escrito sobre su tristeza y a la mujer que había sacado a la luz los colores guardados que él tenía, con tanta fuerza que no ya hubo gris que pudiera volver a opacarlos, pero que se había ido antes de que él pudiera compartirlos con ella.
Lo había despertado del sueño profundo en el se cae cuando el corazón hiberna, cuando los latidos bajan para atemperar el dolor de una ruptura, cuando –como dice Tom Hanks en Insome en Seattle– hay que recordar respirar cada mañana hasta que vuelva a ser automático.
Pero tal vez esa haya sido su única misión en la vida de él y por eso sólo se había quedado por un rato, sin darle tiempo siquiera a levantarse de la cama.
…
Volvió a sonreír como aquél domingo de llovizna y vino en el que había escrito sobre su tristeza. Y repasó mentalmente lo que habían vivido juntos durante ese corto tiempo y que había plasmado en ese texto en el que había logrado –como aconsejó alguna vez la princesa Leia a Meryl Streep– tomar su corazón roto y convertirlo en arte.
Así, aquél inolvidable primer beso se alojó en el preciso lugar que Fabio, su entrañable amigo, describe como aquél en el que el corazón se junta con el estómago. Ahí, donde los latidos presionan lo más profundo de las tripas y el sacudón es tan fuerte que el cuerpo todo se queda tieso, acopiando energía para poder absorber el impacto del recuerdo.
Y junto a ese beso un aluvión de memorias buscó su espacio para acomodarse en su alma y desató tal tempestad que sólo un profundo suspiro logró controlarla.
Bajó las escaleras y fue hasta la cocina por una copa de vino.
Años atrás, cuando descubrió que ella también tenía gusto por un buen vino, había comprado un copón extra, igual al que siempre lo espera sobre la mesada.
Un copón que le había hecho compañía al de él durante un largo tiempo y que un día se había roto y que por eso ya no estaba.
“Es increíble la presencia que puede tener una ausencia”, pensó.
…
Nunca había rehuido de la tristeza. Siempre le había dado espacio en su vida, como a todos los afectos pasibles de ser vividos.
Porque según él, no existe tal cosa como sentimientos malos. Todos dan cuenta de que estás vivo. Y eso le basta y sobra para querer darles lugar.
Por eso se sirvió el vino, dio un sorbo y se quedó mirando el espacio vacío.
Y dejó que desde ese desierto lugar le llegara, hasta lo más profundo de su ser,
el agridulce aroma
de lo que pudo ser y no fue…
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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.
El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.
Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.