MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

14-02-2019

Amar con locura

Amar con locura

Aquellos que eran vistos bailando eran considerados locos por quienes no podían escuchar la música.

Frederic Nietzsche

En algún punto entre fantasías como “Ghost” –con el amor perdurando aún después de la muerte– y la realidad, decidimos abandonar. Tal como aquella zorra que intentaba alcanzar las uvas y que al no lograrlo, decidió que estaban “verdes” para justificar su retirada, los fracasos que hayamos tenido con nuestras parejas, nos llevaron a tildar de “imposible” al amor como proyecto de vida.

Y somos unos pelotudos…

Por? Porque en mi opinión, “para toda la vida” era una forma de pararse frente a un proyecto en común y no necesariamente una verdad absoluta que pudiéramos asegurar. Pero que el sólo hecho de encararlo así te llenaba de energía para trabajar por ello.

Porque si no, es como el acuerdo prenupcial. Si vamos a empezar desconfiando de cómo te vas a comportar si eventualmente nos separamos, la verdad, empezamos mal. Por muy lógico que suene. O justamente por eso. Por demasiado lógico. Por demasiado “cuerdo”.

El “ya sé que no vamos a estar toda la vida juntos” condiciona de movida cuánto vas a estar dispuesto a esforzarte para que ese proyecto camine.

Tomamos de Hollywood lo peor. Y nos aferramos a la estúpida idea de “y vivieron felices para siempre”, en la ilusión de que podríamos recostarnos a disfrutar después de ese “par de horas” que nos llevó encontrarnos, conocernos y enamorarnos.

Y cuando nos dimos cuenta de que el amor no es para vagos, o por no habernos dado cuenta nunca, tiramos todo a la mierda. Y junto con ese proyecto, tiramos también la ilusión de que sea posible.

Y por eso, cuando digo que yo sí creo en el amor, que creo que uno puede caminar junto a otro y equilibrar proyectos propios con los proyectos en común, que creo que se puede estar en pareja con alguien sin detrimento de la libertad e individualidad de cada uno, que creo que se puede fusionarse en algunas cosas y hasta cambiar en otras y de todas formas no perder ni un poquito de independencia… cuando digo todas estas cosas, me dicen que estoy loco.

Y de ahí, mi carta de hoy:

Amor, estaré loco, pero creo en el romance.

Y en muchas cosas más…

Creo en la risa compartida. En ser el bufón que te sorprenda muchas veces. Y el sorprendido otras tantas. Creo en mi inocencia y en la tuya. Y en la capacidad de sarcasmo de ambos. Y en cuánto eso construye, cuando ésa es la meta.

Creo en el llanto acompañado. El tuyo o el mío. O el de ambos. Creo en tu fuerza y en la mía, que nos sostiene. Y en la debilidad de los dos, que nos hace humanos.

Creo en las flores porque sí y en el 14 de febrero. Creo en la galantería y abrirte la puerta para que pases primero.

Creo en las salidas ocasionales y en la prepautadas de los “cumplemeses”.

Creo en la amistad cómplice de las almas y en la lujuriosa pasión de las carnes. Creo en las charlas y en los silencios. En las caricias y los manoseos. En cepillarte el pelo y que me rasques la espalda. Y en recorrer tus muslos con lascivia y que me muerdas los labios.

Creo en los abrazos plenos, sentidos, con mi pecho contra el tuyo, con la fantasía de poder hacernos planos para que el contacto sea absoluto. Creo en ser “uno” sin dejar de ser “dos” ni por un instante. Creo en el “vos”, “yo” y “nosotros”.

Creo en el piquito acostumbrado y el partirte la boca sin aviso ni ambiente previo. En la despedida a la mañana y en la repentina “cama” mientras se quema la comida.

Creo en el vino y nuestras copas. En la cena y las miradas. Creo en el libro que estás leyendo y el programa que estoy mirando. Y en la compañía en soledad.

Creo en los sueños. Los tuyos, los míos, los nuestros. Y en nuestra capacidad para articularlos, para acompañarlos, para vivirlos.

Creo en los proyectos posibles y en las utopías. En tu tezón y en mi porfía.

Creo en las metas y en el camino. Creo en las llegadas y en el horizonte.

Creo en las cosas nuevas y en las viejas. En la rutina y la sorpresa.

Creo en los jeans y las sandalias de fin de semana. Y en el elegante traje y el vestido para una gala.

Creo en ser tu rey y tu vasallo. Y en que seas mi reina y mi esclava.

Creo en el sol y en las estrellas. Y en nubarrones y tormentas. Y en nuestra capacidad para disfrutar de unos y desafiar a los otros.

Creo en el trabajo, en la lucha, en la constancia. Y en la permanente sonrisa acompañando.

Creo en la muerte como fin y el “mientras tanto” como vida.

Creo en vos, en mí y en nosotros.

En todo eso creo.

Y creo que los que me llaman “loco” cuando me ven creer en el amor es tan sólo porque,

por algún motivo,

no logran escuchar la música…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

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