MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

12-03-2021

No sé qué decirte

No se como decirte

El amor es sobre todo audiencia en el silencio.

Antoine de Saint-Exupéry

Me encuentro hoy inmerso en la paradoja de mi vida. No tengo salida posible. No hay caso.

Y es que cuando algo me hace sentir bien, lo digo a voz en cuello; cuando me alegra la vida, lo canto con euforia; cuando me inunda de felicidad, lo grito a los cuatro vientos. Pero cuando el amor me desborda…

Cómo escribir el silencio?

Cómo decirlo sin romperlo. Cómo contarlo sin quebrarlo. Ni siquiera puedo susurrarlo sin rasgarlo.

Y es que es silencio, insondable silencio, lo que siento cada vez que veo tu sonrisa bailando suave en tu boca mientras venís a mi encuentro cruzando la calle.

Es silencio, abismal silencio, lo que me invade cuando siento tus senos contra mi pecho en ese fresco abrazo que nos damos después de habernos besado cuando me acerco a la puerta al momento de escuchar la llave girando.

Es silencio, hundido, fuerte, intenso silencio, lo que me envuelve cuando te veo en la cama y la sonrisa ya no es suave. Es pícara, irreverente, un tanto lasciva, un tanto blanda.

Cómo escribir ese silencio, el que es más fuerte que el grito?

Cómo hacerlo sin despedazarlo al instante?

No puedo matarlo. No quiero matarlo.

Está allá, en el punto máximo del placer infinito y me sostiene con pasional calma y revoltosa alegría. Por qué habría de querer matarlo?

Cómo escribir el silencio? Cómo decirte, sin ahogarlo en las palabras, qué lejos están los confines de mi alma cada vez que te pienso, cada vez que siento, cada instante en que tu imagen apaga las luces y enciende mi aliento.

Cómo escribir la muda alegría de saberte mía. Como apuntar en mis hojas el callado placer de sentirme tuyo…

No puedo escribir el silencio…

Por eso quisiera que mis ojos, absortos ante tu ligero andar por la casa, sean los que te cuenten de él. Y que cuando las tripas me crujen ante el deseo que tu piel me provoca, vuelvan a hablarte al oído y te susurren mi silencio.

Quisiera que mis manos, que se estremecen al recorrer con mis dedos tu cuerpo desnudo, pudieran hablarte. Y contarte de mis ansias, de mi creciente lujuria al acercarme a la tibieza de tus pechos.

Quisiera que mi lengua compusiera la melodía del palpitante anhelo del camino hacia tus ancas.

Quisiera que mi boca, ahogada entre tus piernas, dijera sin palabras la pasión que me recorre y cómo me pierdo cuando mis brazos comienzan a sentir el temblor de tus muslos.

Cómo escribir el silencio de mi pecho contra el tuyo?

Cómo plasmar en letras el mutismo de mi cuerpo al sentir cómo estalla el tuyo entre las sábanas?

Cómo hacer, por Dios, para decir el silencio de la calidez de tu pierna cruzada sobre la mía, tu brazo atravesando mi abdomen, tu cabeza apoyada sobre mi pecho…

No puedo. Nadie puede escribir un silencio.

Por eso quisiera que mis ojos, mis manos, mi boca, mi pecho, mi cuerpo todo se abandonaran a mi alma.

Tal vez así, en la muda sinfonía de mi ser entregado por completo, desnudo, expuesto a tus encantos, el silencio encontrara la forma de contarte lo que siento.

Tal vez así, en la silenciosa contemplación de la conjunción etérea y carnal que en vos se despliegan, encuentre las calladas letras de mi propio abecedario.

Y tal vez así,

finalmente podría,

escribir mi silencio en tus entrañas...

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

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