MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

25-06-2021

Sólo se trata de vivir

Solo se trata de vivir

El éxito no es el final, el fracaso no es la ruina. Es el coraje para continuar lo que cuenta.

Winston Churchill

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A mi amigo Fabio, por la emoción que me regaló desde su muelle.
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Llevaba días de la misma infructuosa rutina. Copa de vino, cigarrillo y las manos apoyadas sobre el teclado buscando el conjuro que ordenara el pensar y liberara las letras.

Y ahí la magia…

Un mensaje de Fabio proponiéndome que leyera y opinara sobre un texto que él pensaba publicar hizo que mis dedos temblaran sobre las teclas y la emoción pidiera minutos para poder procesar el impacto.

Tenía ante mí una brillante analogía entre la pesca y las redes sociales, pero no pude siquiera intentar evaluar la prosa. Porque, como le dije, hay en ese jardín de letras mucho más de lo que él cree haber plantado.

Hay un cuento que habla de dos ranas que caen en un pozo con crema del cual están intentando salir. Y dice que una de ellas, ante lo dificultoso que era intentar mantenerse a flote en semejante espesura, simplemente abandona y se ahoga.

Mientras que la otra, sin siquiera saber muy bien por qué, no deja de patalear ni por un instante y se mantiene luchando por salir de ese imposible y espeso líquido.

Hasta que, en un momento y justamente por el efecto del pataleo, la crema se hace manteca y, con increíble facilidad y sin proponérselo, la rana resbala hasta salir del pozo.

El relato es una versión poética de aquella frase que reza “persevera y triunfarás”. Algo que cualquiera que haya vivido algunos años sabe perfectamente que no siempre es cierto.

No siempre perseverar deviene en éxito. A veces, mal que nos pese, uno termina ahogándose en crema antes de que se convierta en manteca, si es que eso alguna vez iba a llegar a pasar.

...

Me gusta la pesca. No. Me apasiona la pesca.

Algo en principio incomprensible para aquellos que me conocen y me reconocen como un tipo de “acción”. Un tipo que no “espera” y que “hace”.

Algo que, debo reconocer, incluso yo mismo me he cuestionado. Porque más allá de que la paciencia es tal vez una de las características más sobresalientes de mi personalidad, el estar quieto, esperando, no parecería comulgar mucho con mi forma de ser.

Pero entre las maravillosas letras del poema de Fabio leí:

“La certidumbre intacta
La absoluta ponencia
El gesto determinado
El íntimo desasosiego
La inestable determinación
El vasto pesar
El inclaudicable desvelo”

Y en ese instante comprendí mi pasión. No sólo por la pesca. Comprendí también mi pasión por la vida.

Y por eso la emoción me desbordó y tuve que pedirle ese “tiempo fuera” para poder reponerme.

Porque sólo los locos tienen “certezas”. Y sin embargo, cada vez que amanece, esa psicótica certidumbre en mí vuelve a estar intacta.

Tal vez esté un poco loco.

Pero el íntimo desasosiego de las frustraciones que me han tocado vivir y el vasto pesar que el ver la realidad muchas veces genera hacen las veces de contrapeso y son las bases sobre las que, paradójicamente, apoyo el incansable desvelo que mantiene mi inquebrantable pataleo.

Ese quieto pataleo que me hace esperar durante horas, incluso días, un pique. Y que sigue pataleando cada día, aun cuando en el anterior no haya pescado absolutamente nada.

Ese pataleo que me hace creer y apostar al amor aun cuando mi línea esté fondeada en un mar de desencanto, en un océano de voces que no se cansan de repetir que ya no existe. Y que si existe, pues no vale la pena vivirlo.

Ese pataleo que me hace defender la honestidad, el trabajo, el compromiso y la fidelidad como bases fundamentales de ese amor en el que el mundo cree cada vez menos…

Siempre me jacté de ser alguien que si le decían dónde estaba la otra orilla, no había río que no pudiera cruzar. No había sacrificio que no pudiera hacer. No había nada que no pudiera soportar.

Pero hace mucho aprendí a nadar sin saber dónde está la margen opuesta del río.

Aun mejor. Aprendí a nadar sin saber siquiera si existe la otra ribera. Aprendí a amar el pataleo por sí mismo. Porque para mí, vivir es patalear sin descanso. Sin certezas, pero con la firme determinación de seguir nadando.

Aunque canse. Aunque por momentos agote.

Porque cada tanto, tal como cuenta el poema de Fabio, en ese río imposible que es la vida, tienen lugar maravillosos días de pesca.

Y son esos días en los que la emoción desdibuja la orilla, abandono las metas, recobro la fuerza y chapaleo en el agua.

Porque son esos días en los que, tal como dicen las letras de mi amigo, por un rato llegás a creer que algo tiene sentido.

Y porque finalmente comprendés que,

al fin y al cabo,

sólo se trata de vivir…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

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