20-06-2019
No puede cambiar de pasión.
Guillermo Francella, en El secreto de sus ojos
Mujer, me han dicho que el romanticismo ha muerto. Que ya no tiene lugar en este mundo. Que las metáforas que otrora inundaban las cartas de los amantes hoy no tienen efecto, hoy ya no transmiten, ya no tienen vida.
Por eso hoy, en estos tiempos que corren, tan sólo quiero decirte…
No, no necesito París. No necesito sentarme en Le Petit Café a mirar la gente pasar por la rue Descartes ni cenar en Le Bistro 25 en los Champs-Élysées a la luz de las velas. No necesito del vino ni del Confit de pato. Bien puedo prescindir de los crêpes, los macarons y la tarte Tatín. No me hace falta pasear por el Louvre, contemplar la Torre Eiffel o pararme debajo del Arco de triunfo.
No, no necesito Londres. No me hace falta la romántica neblina, sacarme una foto frente al Big Ben o caminar por el Puente de la torre. Puedo quedarme sin ver el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham y sin tomar sol en Trafalgar Square.
No, no necesito Roma. No necesito ver las ruinas del Coliseo, visitar la Basílica de San Pedro o pedir un deseo en la Fontana di Trevi. Puedo dejar pasar la misa en el Vaticano o tocar las manos del Papa.
No necesito Francia, ni Inglaterra, ni Italia.
Me alcanza y me sobra un bar en San Telmo, una cantina en Boedo o en cualquier lugar recoleto en un barrio donde tomar una cerveza, cenar unas rabas o disfrutar un simple café.
Pueden ser unos mates en Parque Centenario, recostado contra un árbol, con la cara al sol. O un vino en casa, sentado en el piso de la cocina.
Me da igual si es algún restaurante en Las Cañitas o un bodegón en un pueblo de la provincia.
No, no necesito París, ni Roma, ni Londres.
Tengo mi propio mundo repleto de lugares para visitar sin importar dónde me encuentre.
Allí sí necesito…
Necesito tus ojos, catedral en la que me pierdo absorto por tu belleza, silenciado por la contemplación de aquello que bordea lo místico. Envuelto en la neblina confusa que sostiene mi alma flotando en la profundidad del sentir.
Necesito tu mirada, mi propia puerta del sol por la que entro para disfrutar de la calidez que me brinda, el ansia que me genera, la pasión que me invade.
Necesito tu boca, fuente de todos mis deseos, los más sensuales, los más tibios, los más profundos y oscuros. Deseos de niño ingenuo y de lascivo hombre. De suaves besos y labios mordidos.
Necesito tu abrazo, palacio de todas las emociones en las que caigo cuando me entrego. Ese lugar donde no rezo, pero estoy de rodillas, donde encuentro paz religiosa para mi tormento. Donde te encuentro a vos. Y a mí mismo.
Necesito tu risa, mi arco de triunfo cuando logro provocarla. Mi cambio de guardia después de un día difícil. Mis campos eliseos por los cuales paseo.
Necesito tu cuerpo, el plato que tiene ese particular sabor a la más exquisita de las carnes. Ése y no otro. Sabor intenso, que conmueve, que pide a gritos el vino de tus jugos para poder degustarlo hasta saciarme.
Necesito tu ser, tu pensar, tu sentir. Para entregarte mi ser, mi pensar y mi sentir.
Necesito tus sueños, tus proyectos, tu vida. Para acompañarte a cumplirlos, lograrlos, vivirla.
Necesito entregarte mis sueños, mis proyectos, mi vida. Para que seas vos quien me acompañe a cumplirlos, lograrlos, vivirla.
No, no necesito París.
Ni Roma.
Ni Londres.
Pero no puedo cambiar de pasión.
Y por eso, para tener el mundo en mis manos necesito,
inevitablemente,
tenerte a mi lado…
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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.
El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.
Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.