MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

06-08-2021

La toma de La Bastilla

La toma de la bastilla

La vida no es otra cosa que un aquellarre de emociones.

El autor

Mujer, dejame que te explique cómo llegamos acá. Dejame que te cuente la historia que hizo que hoy nos tomemos de la mano y en tan sólo una mirada podamos sonreír sin mueca y charlar sin palabras.

Vení. Traé las copas que yo abro el vino…

Durante años, el Dolor fue a la vez compañero y enemigo del Amor. Pasa que el Dolor no camina hombro a hombro, no acompaña. El Dolor, cuando abraza al Amor, se le cuelga del cuello y le hace lento y difícil el paso.

Lo agobia, lo atormenta. Le saca vida en casi imperceptibles pedacitos cotidianos.

Durante esos tiempos en los que el Dolor reinaba, el Amor debió enfrentar toda clase de enemigos.

La Bronca y la Impotencia por aquello que no había podido ser danzaron a gusto y piacere en un perverso baile. Danza a la que más tarde se sumaría la Desesperación ante un presente difícil que teñía de un gris incierto al futuro.

El Miedo se hizo presente de la mano de la Angustia para sumar daño a ese Amor maltrecho, golpeado, agonizante.

La Incomprensión y la Desconfianza aparecieron de golpe para sumarse a esa fiesta de malnacidos.

“Por qué a mí?”, se preguntaba el Amor. Por qué, si lo había dado todo, hoy se encontraba desolado, absolutamente desprotegido, sin rumbo claro que lo alentara a seguir.

La Desilusión compartía el trono con el Dolor y mandaba a la Nostalgia a mantener las luces apagadas, para que el Llanto se colara sin ser visto por el Orgullo, que en infructuosas peleas intentaba que las lágrimas no fueran río.

La Desolación hizo un desierto del prado y el Abatimiento tomó el control del valle e invitó a la Amargura, que se instaló en esos campos que alguna vez habían destilado verdor pero que ahora estaban reducidos a un pajonal alimentado por la Frustración.

Fue así que el Amor se refugió en La Bastilla. Fue así que cavó zanjas, levantó muros y se hizo uno con la Soledad para intentar dar paso al Duelo, totalmente atrapado por la Amargura, que en yunta con el Rencor, no le dejaban abrirse paso entre el Pesimismo y la Apatía…

Pero el Tezón llamó a la Fuerza y juntos lucharon codo a codo en un dúo sin par. Y fue la Fuerza la que convocó al Capricho y se empecinó en dar batalla a todos y cada uno de los enemigos. Y esos tres sumaron a la Paciencia y la Convicción para formar un equipo sólido, tenaz, imbatible.

Finalmente, y como era de esperar, llegaron la Calma y el Alivio.

Sólo la Tristeza quedó entre ellos. Es que la Tristeza no da batalla, no pelea... Ella es así, sólo se sienta y está. Y en ese estar todo lo inunda, todo lo invade, pasivamente, sin necesidad de proponérselo siquiera.

Y un día cualquiera, uno de esos días imposibles de precisar, alguno de todos los aliados dejó la puerta abierta.

Y tiempo después se coló la Inquietud, molesta pero simpática. Pícara, tramposa, trajo escondidas bajo sus polleras a las Ganas, ésas que hacen levantar la mirada del suelo, las que siempre llevan al Amor un poquito más allá, para ver nomás.

Y así, la Inquietud y las Ganas fueron tomando La Bastilla construida, la muralla de defensa que había sido levantada para que un hombre sobreviviera.

La Alegría sin sentido, la alegría en su mejor expresión, aprovechó el momento y comenzó a curar heridos.

La Magia hizo su entrada triunfal y revivió muertos. Y por esa Magia, única explicación posible para tamaña resurrección, fue que se sumaron la Ternura, la Pasión, el Deseo y hasta la Lujuria...

La Esperanza estalló en todo su esplendor y de la mano del Optimismo cobró aspecto de sueño. Y fue otra vez la Magia, la que después de un tiempo de pequeños actos y haciendo gala de su poder, hizo ese sueño realidad y armó una fiesta.

...

Nadie echó a la Tristeza, tan aferrada a recuerdos de la mano del Conflicto.

Nadie pudo matar al Dolor por completo... se sabe que no es posible.

Pero la fiesta es tan grande, tan maravillosa, tan increíblemente hermosa que la Libertad se declaró reina y decidió construir un nuevo camino. Y así el Amor, en una fusión casi mística, robó un nombre de mujer y lo hizo propio.

Por eso hoy, cada vez que lo abrazo y la Felicidad se instala, la Ternura descansa y la Pasión se agita, digo que es mío.

Por eso hoy, cada vez que me entrego,

susurro su nombre

y suspiro el tuyo...

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

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