MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

07-12-2017

Perfume de mujer

Perfume de mujer

El orden es el placer de la razón, pero el desorden es la delicia de la imaginación.

Paul Claudel

Van a decir que es porque soy hombre.

Y que sólo por eso pude permitir que ella me haya visto quitarme las alpargatas con la punta del pie opuesto, cruzar mis brazos por mi cintura para quitarme la remera, revolearla sobre mi cabeza con la presteza de un torero, y dejarla apoyada sobre la baranda a mi derecha como una suerte de estandarte nocturno...

Que sólo porque soy hombre pudo verme desabrocharme el cinturón, calzar los pulgares a los lados de mi cadera dentro de mis boxers y sacarme así mis jeans, en un dos por uno que a los que nos gusta ser prácticos nos fascina. Y que por el sólo hecho de ser hombre también pudo verme revolearlos con la misma destreza de “mataor”, haciéndolos girar en el aire para dejarlos caer sobre el lado izquierdo de mi cama, ahí, en ese lugar reservado para “esa” mujer, donde quedan semiestirados y un poco retorcidos por la voltereta que dieron para llegar ahí.

Van a decir que es porque soy hombre que me ha visto encender la tele clavada en ID channel, puesto al servicio de hacer las veces de somnífero con las series de crímenes de todo tipo que pasan, una tras otra sin solución de continuidad y con el mismo monocorde tono de relato.

Y que por eso pudo asistir al almohadón en la espalda, el celular sobre la mesa de luz, los lentes en el estante de abajo.

Que es porque soy hombre que me ha visto apagar la tele, empujar el almohadón y girar para dormirme boca abajo, con el aire acondicionado pegando en mi espalda, que dejo sin cubrir para que nada se interponga entre ese frío y yo.

Que por el mismo motivo le permití ver mi dedo deslizándose sobre el celular a la mañana para apagar la alarma y tal vez sonreír por la manera en que abro las sábanas y doy la tijereta que hago con las piernas para que el impulso me siente “de una” sobre el borde de mi cama…

Todo lo ha visto. En silencio. Conmigo como actor de una película que no sabía que alguien estaba mirando. Sólo por el hecho de ser hombre, van a decir.

También me ha escuchado cantar letras inventadas y sin rima, que uso para terminar de despabilarme cuando amanezco. Y otras con letra y rima, que canturreo a la noche, cuando vuelvo a subir a mi cuarto.

Van a decir que sólo porque soy hombre es posible que me haya visto desayunar en silencio en esa cama algún fin de semana, hablar en voz alta mientras repaso lo que quiero hacer en el día, soñar cuando duermo, soñar aún despierto…

Van a decir que es porque soy hombre que la dejé verme llorar alguna noche…

Que sólo porque soy hombre la dejé seguir ahí, esperándome cada noche, despidiéndome cada mañana. Y que por eso pudo presenciar los momentos más íntimos de mi vida. Ésos en los que soy absolutamente auténtico, totalmente honesto, brutalmente yo.

Porque van a decir que sólo un hombre es capaz de tal desorden, de tal caos, de tal desidia. Y que eso es lo que hizo posible que esa remera que usó para dormir y que aún conserva su perfume, haya quedado espiándome desde el rincón donde cayó tiempo atrás.

Y van a decir que sólo porque soy hombre es que pude ser capaz de levantarla del piso y aún llena de polvo, sacudirla un poco,

hundir mi cara en ella,

y sonreír al recordarla…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

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