MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

26-08-2021

Pandemia local

Pandemia local

No se puede escupir veneno sin tragar poco.

Mi madre

Hay unos cuantos lectores –mujeres y hombres de los cuales incluso recuerdo sus nombres– con los cuales sistemáticamente “nos cruzamos” cada vez que posteo algún texto que hable sobre la realidad socio política actual.

Pero que han reído con mis post de los miércoles, se han emocionado con notas románticas y han aplaudido aquellas en las que planteo alguna forma de idea de vida con la cual concuerdan.

Es en esas oportunidades cuando, de alguna manera, “nos encontramos”.,

En la risa, en la emoción, en la idea...

Lo voy a poner en drástico para que se entienda:

A pesar que ellos me cagan la vida cuando logran imponer su ideología a través del voto y a pesar de que yo se las cago a ellos cuando pasa lo contrario, tanto ellos como yo, podemos encontrarnos desde otros lugares.

No somos enemigos a quienes hay que aniquilar. Somos gente que piensa muy, pero muy diferente a la hora de plantear cómo organizarnos como sociedad. Pero que piensa y siente muy, pero muy parecido cuando se trata del amor, del humor, de los hijos o las parejas. Incluso cuando se trata de temas de convivencia social que sean independientes de la ideología política partidaria.

En las oportunidades en las que nos cruzamos no faltan los sarcasmos, las desestimaciones y hasta alguna chicana.

Pero con la misma pasión, sobran las risas, los halagos y los aportes en la misma dirección que yo haya planteado en aquellas notas que les gustaron.

Hace tan sólo unos días posteé un “llamado a la solidaridad”, que si bien estaba relatado en broma, reclamaba ayuda para solucionar un problema.

Durante un par de horas, centenares de personas se sumaron a reír mientras se proponían las más diversas soluciones, algunas de las cuales sólo buscaban incrementar la diversión del momento por lo disparatadas que eran.

Dos días más tarde, retomé aquel post y lo usé para hacer uno de mis “Miércoles de reflexión”, esa sección semanal en la que la inmensa mayoría sabe que nunca son reflexiones serias, que siempre rematan con alguna estupidez y que la única finalidad de esta costumbre, que ya lleva casi cuatro años, es la de reír a mitad de semana.

Y nuevamente un montón de gente “se juntó” a divertirse por un rato.

Pues bien.

Nunca falta quien, por no conocer la dinámica, toma en serio lo posteado y se enoja. Siempre, invariablemente, explico de qué se trata.

Y la mayoría de las veces, el lector se “desenoja” y hasta pide innecesarias disculpas por no haber sabido.

Pero nunca falta el lector (en este caso, lectora) que padece bruxismo emocional y vive con los dientes apretados. Y que, como no le ha gustado alguna opinión que le tocó leer en algún momento, decidió sentenciarme a vivir entre sus piezas dentales.

Y usa mis chistes para destilar el veneno que le produjo en su momento mi post y que no termina de tragar, pretendiendo tergiversar lo que digo y así poder tildarme, en este caso, de “odiador”.

Si se tratara de un caso aislado no me preocuparía.

Pero abundan. Cada vez más. A tal punto de sostener el título de esta nota.

Y eso sí es un problema. No para mí, que bien saben cuánto ahorro en papel higiénico con estas cosas. Es un problema como sociedad. Es un problema para el país.

Creo que tenemos que aprender de los lectores que forman parte de los que conté al principio.

Porque cuando la ideología política de ellos triunfa en las urnas, yo me tengo que bancar vivir durante un tiempo con las reglas de esa ideología.

Y cuando triunfa la contraria, son ellos a los que les toca soportar cosas con las que no están de acuerdo.

Pero ninguno le caga la vida al otro.

Mientras yo soporto y ellos soportan, con-vi-vi-mos. “Vivimos con” el otro. Y discutimos, peleamos si se quiere, en nuestras diferencias. Y al mismo tiempo, nos encontramos en nuestras concordancias.

Porque ambas partes tenemos claro que por más diferencias que podamos tener, ninguno defiende una ideología hitleriana. Sólo somos seres humanos que elegimos caminos diferentes para organizarnos como sociedad, convencidos de que la opción que propugnamos es la mejor para todos.

Le complicamos la vida al otro cuando triunfa en las urnas la nuestra?

Sí, claro.

Pero se puede llevar.

Ni unos ni otros somos gente que dañe al prójimo.

Pero cuando la ideología se transforma en una suerte de Antiguo Testamento y aquellos que no comulguen con lo expresado en esa biblia deben ser víctimas de la ira de Dios, ahí, en ese punto es donde la gente que funciona así en sociedad,

lamentablemente,

nos caga la vida a todos…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

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