MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

05-03-2020

Breve carta a mi ex suegro

Breve carta a mi ex suegro

Algo debo haber hecho bien...

Aldo Rochstein

Los que somos padres, en algún momento seremos suegros. En algún momento alguien se va a “llevar” a nuestro hijo. Si bien esto vale para ambos sexos, los que somos padres de nenas tenemos un recelo mayor para con ese que se “la lleva”. Queremos que sean felices y de movida tenemos un listado de cosas que tienen que tener para poder serlo. Y eso incluye cómo “debe” ser ese desgraciado...

Olvidamos por completo cuánto nos rompía las pelotas que nuestros padres quisieran decirnos qué era lo mejor para nosotros, que pretendieran decidir con quien sí y con quien no deberíamos estar. Y empezamos a juzgar a ese otro a partir de nuestro medidor de lo que está bien y no a partir del de nuestra hija, que es el que debería contar.

Nos metemos en lo que no debemos, le rompemos los ovarios con "consejos" en los que queda claro que si no los siguen son unas idiotas y le martillamos la cabeza con nuestra idea de cómo tienen que ser las cosas en su matrimonio.

Sacamos la libreta de items a controlar y vamos reprobando cuando el tipo no se ajusta a ellos.

Si no profesa nuestra religión, no sirve. Si no tiene la suficiente guita para darle a nuestra hija todo lo que la nena se merece, menos. Si no es profesional, no sé que carajo hace mi hija con este tipo...

...

Hace un tiempo me llamó mi EX suegro para decirme que había llegado una multa, que pasara por el negocio que él tiene a buscarla. Por eso, cuando salí del laburo, seguí de largo y me fui para allá. Y cuando llegué, nos quedamos charlando un buen rato, como siempre pasa en cada esporádica vez que nos vemos.

Mientras charlábamos, tenía lugar el cotidiano desfile de los amigotes de toda la vida que Aldo tiene, que pasan a diario por el negocio a saludarlo y a compartir un rato juntos.

Conozco a la mayoría de ellos, pero el otro día irrumpió uno al que tuve que ser presentado.
–Adrián, mi ex yerno, dijo Aldo.
Y con una amplia sonrisa, agregó:
–Algo debo haber hecho bien, no?

El comentario de Aldo explicaba por qué yo, en lugar de sólo pasar a buscar la multa e irme a la mierda, tenía ganas de quedarme a charlar con él de sus cosas, las mías y de la vida en general. Por qué yo, en lugar de parar el auto y llevarme la multa desde la ventanilla, estacionaba y entraba sonriendo a su negocio para compartir un rato con él.

Bueno, les voy a contar por qué. Y quizá nos sirva a todos para tratar de tener esa actitud cuando nos toque. Tal vez podamos aprender algo de este ruso cabrón que la vida puso en mi camino.

Alguna vez me había dicho:
–Mientras estés con mi hija, sos familia.

Y así fue.

Aldo es mi ex suegro de lo que fue mi segundo matrimonio. Y tiene una nieta del primer matrimonio de mi ex mujer. Una nieta de sangre... familia en su más puro esplendor. Y yo tengo dos hijas de mi primer matrimonio. Nada de sangre de Aldo. Pero, “a pesar” de eso, jamás hizo diferencias entre su nieta y las que le aportaba yo.

Ha traído regalos por igual. Les ha dado tiempo por igual. Hasta se ha enojado por igual, cuando alguna de las desagradecidas adolescentes no bajó a saludarlo. Me ha puteado por igual por lo “sargento” que yo era con ellas.

Nunca le molestó que yo no fuera paisano derrumbando por completo el prejucio de que si no sos judío, "los" judíos no te aceptan, o si tenía más o menos guita, tirando por tierra el otro prejuicio con la misma gente.

Se tomó el trabajo de conocerme, en lugar de quedarse con mi bien ganada imagen de jodido. Acompañó desde su lugar de padre los deseos de su hija, sin por eso intervenir ni meterse en lugares que no debía.

Nos ayudó a comprar un auto que no es el que él hubiera comprado, respetando lo que nosotros queríamos. Cada vez que se lo necesitó, estuvo. Jamás me faltó el respeto. Ni a su hija. Nunca invadió mi matrimonio.

Vino a visitarnos durante unas vacaciones y se alojó en nuestro departamento, y sin dejar ni por un minuto su lugar de invitado, nos llenó de propuestas para pasarla bien.

Podría seguir enumerando motivos por los cuales este tipo se ganó mi afecto.

Y por eso hoy, que recordé este episodio, quiero escribirle estas líneas:

Algo debés haber hecho bien, Aldo?

No te quepa la menor duda. Unas cuantas cosas, tanto vos como Graciela, esa maravillosa mujer que te acompaña en la vida. Muchas más de las que enumeré recién. Fuiste afectuoso, desplegando cariño en cada oportunidad que nos juntábamos. Fuiste íntegro, honesto, franco en la relación conmigo.

Fuiste lo que me gustaría poder ser a mí cuando me toque.

Por eso siempre tengo ganas de charlar un rato con vos.

Y por eso quiero que sepas que estoy en total desacuerdo con vos en algo.

Porque yo no estoy más con tu hija, pero vos,

en lo que a mí respecta,

seguís siendo “familia”...

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

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