MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

19-03-2021

Te solté la rienda

Te solte la rienda

Sin pasión no hay arte.

Henri Matisse

Por arriba del plano de igualdad que en lo que atañe a lo racional hay entre hombres y mujeres, el género xx tiene esa envidiable intensidad y esa exquisita conexión con lo emocional que cuando un hombre logra un poco de eso se dice que se lleva bien con su lado femenino.

Máxima aspiración que podemos tener los xy de este planeta. Un lado, un poco, algunas monedas de eso en lo que las mujeres son millonarias.

Quizás ése es el motivo por el que es una yegua y no un potro salvaje. Tal vez por eso el día que le pusieron nombre a ese animal, eligieron uno femenino...

Tal vez por eso es “la” pasión.

Y en esa línea de pensamiento, tal vez “animal” sea masculino por esa condición de los que portamos los huevos del lado de afuera, que hace que seamos capaces de transformar esa pasión en violencia letal con mucha más frecuencia que el género que los porta adentro.

La pasión es realmente UNA yegua y al mismo tiempo UN animal salvaje. Porque vive tanto en hombres como en mujeres. Y tiene la energía suficiente para galopar por sus ideales y al mismo tiempo, la absoluta irracionalidad para llevarse puestos los alambrados que la vida en sociedad pueda ponerle en el camino.

Un animal que si se lo mantiene con la rienda corta va a hacer que disfrutes de la vida con esa intensidad inusitada de la que sólo aquellos seres humanos que tienen “vientre” son capaces.

Vas a crecer todo el tiempo, te vas a comprometer con cada cosa que sientas, le vas a poner garra a todo lo que encares.

Pero que si le soltás la rienda te va a pasar por arriba, va a destrozar por completo tu condición humana, te va a dejar reducido a una suerte de marioneta que baila al compás de su locura.

Así es la pasión. Una bestia que hay que mantener a raya para aprovechar toda la fuerza y garra de la que es capaz. Pero que si te descuidás, va a desbocarse y llevarte a campo traviesa sin rumbo, sin horizonte alguno, lastimándose y lastimando a todo lo encuentra a su paso.

Rompiendo los alambrados sociales mínimos que posibilitan la convivencia. Arrasando con toda posibilidad de entendimiento. Destrozando por completo todo aquello que valoramos de la humanidad, dejándonos indefensos ante todo aquello que, mal que nos pese, también forma parte de esa humanidad.

La pasión desenfrenada, como la llaman y a veces hasta ponderan, destruye por completo la empatía, la sensibilidad, la comprensión, el diálogo y la fraternidad. Y por ende, toda posibilidad de convivencia en paz.

Y deja a su paso, libres de todo control, a todas las miserias que también nos definen como humanos...

La pasión sin límites lleva a un tipo a romperle la cara a otro porque los once pelotudos que persiguen una pelota perdieron el partido contra los otros once pelotudos, en lugar de ser motivo de risas y cargadas de unos a otros.

El desenfreno hace que un grupo de mujeres muela a palos a un tipo porque está en medio de una marcha feminista y ése no es un lugar para que él esté, en lugar de valorar el codo a codo que su presencia significa.

La rienda suelta de la pasión hace que la gente metafórica y literalmente se mate entre sí porque no se pone de acuerdo en sus ideas políticas.

Nada bueno trae la tan mentada pasión si no la montás con firmeza, con la rienda bien cortita, en el pleno control que te permite decidir cuándo la taloneás para galopar en libertad, cuándo trotás para perseverar en tus ideales sin cansarte, cuándo sólo das trancos a paso lento para disfrutar del paisaje y cuándo, al encontrarte con un alambrado social, tirás del tiento y frenás para encontrarte con el otro.

Es verdad que sin pasión no hay arte. Pero cuando es desenfrenada reduce al lienzo a desagradables manchas de pintura.

No hay afecto humado que de por sí sea malo.

No hay afecto humano que de por sí sea bueno.

Si el cuidado de los hijos no tiene límite, asfixia a esos seres humanos y se les hace más difícil crecer.

Si la envidia te motiva a superarte, puede ser un fantástico motor para alcanzar tus sueños.

Hasta la agresividad puede ser una virtud si la canalizás en un emprendimiento cualquiera. Y al mismo tiempo, puede ser el peor de los defectos, si queda al servicio de destruir a otro.

Todo depende de que tengamos las riendas de nuestra humanidad en aquellos afectos que pueden tornarse peligrosos si se desbocan.

Me apasiona debatir, pero trato de elegir bien las palabras con las que expongo mi punto de vista.

Siento pasión por las discusiones ideológicas, pero lucho todo el tiempo para que no se transformen en peleas.

No siempre lo logro, pero trato todo el tiempo…

Démosle rienda suelta a la risa, pero sostengamos el tiento para que no se transforme en desagradable burla.

Démosela al amor, pero mantengamos la rienda entre los dedos para que no mute en asfixia.

Aflojemos las riendas de las utopías y persigámoslas a todo galope, pero estemos atentos a tirar fuerte cuando nos encontremos con los ideales del otro.

Y a la pasión, tal vez uno de los motores más grandes de la humanidad, mantengámosla con la rienda bien cortita. Que cabecee todo el tiempo para que no pierda su fuerza.

Pero que ninguna excusa,

ni por un momento,

le permita desbocarse…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

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