MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

25-03-2023

Montaña de emociones

Montania de emociones

A veces los ojos ven mucho más allá de lo que estés mirando.

El autor

Bajaron del avión militar que los había traído de Puerto Madryn, después de haber pasado dos días en la casa de una funcionaria de la Provincia de Chubut.

En sólo dos días, estos chicos que nunca habían conocido más paisaje que la ciudad y, ocasionalmente, el río al que sus padres los llevaban a pasar el día y pescar, supieron lo que era volar en avión, se enfrentaron a la inmensidad del mar y ahora, a la imponencia de las montañas con picos nevados, marco natural del verdor de los valles que circundaban.

Atrás habían quedado su padre, los abuelos, tíos, amigos, compañeros de colegio… todo aquello que conformaba el mundo de estos niños. Todo.

Sin acabada comprensión de la situación, no podían imaginar siquiera el futuro más cercano.

Ninguno de los tres recuerda por qué medio se trasladaron a Esquel ni cómo fue que llegaron a ese hotel en el cual pasarían una semana, antes de conocer el destino final de ese viaje: el Menéndez Behety, el Hogar de huérfanos del que su madre había sido nombrado directora.

Con los labios partidos y las manos agrietadas por el frío, llegaron ante las puertas del orfanato, después de haber recorrido una gigantesca avenida de tierra que los alejó del “centro” de la ciudad para ponerlos en lo que vivieron como el fondo del territorio, con montañas que parecían anunciar el fin del mundo.

A esa edad, todo luce gigante. Pero las dimensiones de la institución eran realmente enormes. Un gigantesco comedor, repleto de mesas a ambos lados, formaban una gran “T” con los dos pabellones con camas, uno para varones y otro para mujeres, que podían verse ni bien se ingresaba.

Al fondo, una nueva “T” daba lugar a más espacio para comer. Y un ventanal, en ese momento cerrado por una persiana, era la conexión con la cocina que, a su vez, estaba conectada a través de otra ventana con la que era la casa destinada a la directora del orfanato.

Era un mundo nuevo, hostil, por momentos ominoso. En el que la única manera de ganarse el respeto fue a las trompadas con esos huérfanos que, desde su entendible resentimiento con la vida, agredían sin motivo aparente a estos “privilegiados” que tenían una madre.

Menos de un año pasaría hasta que la persecución política que a la madre le tocó sufrir separó a los hermanos menores del mayor, cuando viajaron a casa de sus abuelos en Buenos Aires, para ser de alguna manera protegidos de los constantes ataques de la esposa del Gobernador de Chubut, por aquel entonces absolutamente decidida a politizar a los 140 huérfanos y que, ante la negativa recibida, no se detuvo hasta que logró separar a la “opositora” de su cargo.

Tiempo después, una escuela rural emplazada a 15 kilómetros de Trevelin y que había estado cerrada y abandonada por dos años se transformaba en el nuevo hogar de la familia y reunía a los hermanos después de meses de haber estado alejados.

Sin siquiera agua corriente ni luz –mucho menos gas– enfrentaban otro nuevo mundo, aún un poco más hostil.

Picar leña, traer agua del arroyo, bañarse en un tacho, comer a la luz de faroles, ir “a dedo” al pueblo a hacer las compras… nada de eso habían imaginado cuando bajaron de aquel avión.

Una nueva separación de los hermanos tuvo lugar cuando el mayor viajó a Buenos Aires para asistir al Secundario, para regresar cuando el año lectivo llegó a su fin.

Y una tercera cuando, habiendo sido desplazados de la escuela (y casa) por una docente que consiguió el traslado a partir de tener rango de “titular”, se alojaron en una casilla de madera, con letrina afuera como baño, ubicada detrás de una carnicería de un barrio carenciado de las afueras de Trevelin que la madre de una alumna tuvo a bien prestarles.

El escenario era tal que la madre de estos chicos decidió que su hija no debía vivir esa experiencia y fue la casa de los abuelos en Buenos Aires el refugio al cual volvió a enviarla.

Finalmente, después de tres meses, la madre, su segundo marido y los hijos regresaron a Buenos Aires y la familia volvió a estar reunida.

Fueron cuatro años. Sólo cuatro. Pero los tres hermanos aseguran que en esos años, las idas y venidas, la vorágine de los cambios y las inusitadas experiencias que les tocaron vivir, marcaron sus vidas para siempre.

Mucho tiempo después, treinta y ocho años después para ser precisos, el mayor de los hermanos conducía la camioneta en la cual iban su segunda mujer, la hija de ésta y sus hijas, en un viaje de placer que le permitiría mostrarle a su familia los lugares en los que había vivido cuando era chico y las personas que había conocido en aquel entonces.

La recta de la ruta se abría paso a campo traviesa cuando sus ojos se llenaron de lágrimas.
–Qué pasa? –preguntó la mujer.
–No lo sé… no tengo idea de qué está pasando –atinó a balbucear, mientras encogía los hombros y apretaba los labios y estiraba la boca hacia ambos lados reforzando el desconcierto que estaba viviendo.
–Pero estás llorando –dijo ella.
–Sí, claro… eso lo sé. Lo que no sé es por qué –susurró.

Los ojos atentos a la ruta no le permitieron ver, hasta después de un rato de estar inmerso en ese mar de emociones, la enorme montaña de tres picos que se erigía al frente, allá lejos, donde la ruta hacía una curva.

Esa enorme montaña que había sido la primera que había visto,

treinta y ocho años antes,

cuando bajó de aquel avión militar…

+++++++++++++++++
Antes de cerrar, REGISTRATE (ABAJO) para enterarte antes cómo convertirte en Mecenas de un hombre cualquiera en cuanto esté listo el sistema, ya que algunos beneficios serán con cupo limitado.

Mientras tanto, si te gustó la nota y querés apoyarme, invitame un cafecito.

Invitar un cafecito al autor




Notas relacionadas



FACEBOOK





DESTACADO

Icono

Monólogos de un hombre cualquiera

Sin pasaje de regreso


$18.980,00

-/ ENVÍO GRATIS A TODO EL PAÍS /-


#amor #pareja #familia #hijos #convivencia #rutina #soledad #engaño #autoestima #egoísmo #mujeres #hombres #feminismo #cuidado #miserias #fidelidad #comunicación #belleza #conciencia #humor #sociedad #duelo #perdón y muchos más...

Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

Comprar ahora