MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

10-01-2019

Dejemos de andar a las corridas

Dejemos de andar a las corridas

A partir de cierto punto no hay retorno.
Ése es el punto que hay que alcanzar.

Franz Kafka

Ya desde chicos, nosotros, los únicos bichos con consciencia de sí mismos en este Mundo, intentamos esquivar el kilombo todo lo que se pueda. Desde bebés torcemos la cara a un costado si la luz es fuerte y nos molesta, en lugar de intentar eliminar la fuente de esa luz para resolver el problema.

Qué problema? Que la luz sigue estando. Y ahora tenemos menos campo de visión, por haber puesto la cara a un lado...

De adolescentes, evitamos preguntarle a esa chica si quiere salir con nosotros sólo para esquivar el dolor si llegara a decirnos que no. O no decimos lo que pensamos en una reunión con amigos porque no queremos que el grupo nos aparte. La chica nos sigue gustando, el dolor de panza cada vez que la vemos es el mismo o peor, pero logramos eludir el posible disgusto. Seguimos pensando lo mismo que en la reunión pasada, nos rompe las pelotas poderosamente lo que se está diciendo, pero seguimos haciendo silencio y nos protegemos de ser “echados” de ese grupo tan preciado al que pertenecemos.

Hasta acá, no dejan de ser “cosas de chicos”.

Pero ya de boludos grandes, la cosa se pone grave. Porque como venimos entrenados en este arte de esquivar, somos como toreros en una corrida con cuestiones de nuestra vida de una envergadura tal que son como el toro embravecido: por más que las esquivemos una y otra vez, vuelven y vuelven a encararnos. Y cada vez estamos más cansados de esquivar. Y cada vez tenemos menos campo de visión.

Hasta que, ya extenuados, no logramos quebrar la cintura lo suficiente y el toro nos lleva puestos. Nos engancha en sus cuernos y nos revolea por el aire, transformándonos en una suerte de bolsa de papas sin ningún control sobre nosotros mismos.

Si tenemos suerte, algún payaso de rodeo vendrá a ayudarnos y nos sacará de la arena antes de que el toro nos despedace. Y habremos zafado por el momento.

Pero el toro sigue vivo...

Y no está bueno que uno quede hecho percha por las cornadas de un problema que aún vive, por el sólo motivo de que en lugar de lidiar con él, hayamos decidido esquivarlo. No está bueno, sobre todo, porque a lo largo de la vida, los toros se van acumulando si uno no los enfrenta y es seguro que va a llegar el momento en el cual vamos a estar tan cansados de hacerles “ole” que alguno nos va a llevar por delante. Y el destrozo puede ser grande. Hasta puede que nos cueste la vida.

O peor: una gran amistad, un amor, la relación con un hijo...

Lo que pasa es que algunos toros son realmente siniestros, algunos problemas dan un miedo que paraliza. Y uno no sabe qué hacer. Y por eso decide esquivar, huir, escapar lo más rápido que se pueda de esta corrida... quizás en la próxima nos animemos a enfrentarlo.

Tal vez deberíamos hacer la de Franz. Quizá convenga llegar al punto de no retorno y cerrar las puertas de la arena para quedarse solos frente al problema. Sin capote para pasarle por la cabeza, sin banderilleros que lo distraigan y con nuestra determinación a encararlo como única arma para darle la estocada final, a matar o morir.

Jacques Lacan decía que con los fantasmas que no nos dejan vivir lo único que puede hacerse para dejarlos atrás es atravesarlos.

Por eso no quiero ser torero. No quiero pasarme la vida haciéndole ole a los kilombos. Porque agota. Y porque estoy convencido de que si nos encerramos con cada toro que se nos cruce y lo encaramos, corremos hacia él y –en lugar de desperdiciar energías tratando de esquivarlo– lo embestimos con el alma, terminaremos descubriendo que siempre fue sólo un espectro que una vez atravesado habrá quedado en el camino.

Y así, en cada oportunidad que dejemos uno de esos fantasmas atrás, después de haber “tomado el problema por las astas”, tendremos cada vez más fuerzas para lidiar con los toros que,

inevitablemente,

la Vida va a ir poniendo en nuestra arena...

+++++++++++++++++
Antes de cerrar, REGISTRATE (ABAJO) para enterarte antes cómo convertirte en Mecenas de un hombre cualquiera en cuanto esté listo el sistema, ya que algunos beneficios serán con cupo limitado.

Mientras tanto, si te gustó la nota y querés apoyarme, invitame un cafecito.

Invitar un cafecito al autor






FACEBOOK





DESTACADO

Icono

Monólogos de un hombre cualquiera

Sin pasaje de regreso


$18.980,00

-/ ENVÍO GRATIS A TODO EL PAÍS /-


#amor #pareja #familia #hijos #convivencia #rutina #soledad #engaño #autoestima #egoísmo #mujeres #hombres #feminismo #cuidado #miserias #fidelidad #comunicación #belleza #conciencia #humor #sociedad #duelo #perdón y muchos más...

Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

Esta primera entrega es una selección de 60 monólogos, entre los cuales el lector encontrará algunos extractados del blog y otros absolutamente inéditos, para zambullirnos en el caos de afectos que nos embargan cotidianamente en este pasaje de ida sin regreso que es la Vida.

Comprar ahora