MONÓLOGOS DE UN HOMBRE CUALQUIERA

20-10-2017

Carta a mi prometida despareja

Carta a mi prometida despareja

Y un día Zeus mandó partir al medio a los seres humanos…

Aristófanes, en “El banquete” de Platón

Cuando era chico, entre la pila de dibujos animados que veía, estaba Shazzan, un genio que aparecía por arte de magia cuando las partes complementarias de dos anillos se unían.

Desde esa misma época he visto, oído y leído que el amor es más o menos así. Dos partes que se complementan y así generan la “magia” entre ellos. Una versión más de la famosa “media naranja” que se supone que anda por ahí penando hasta el día en que encuentra el otro anillo y “Shazzan!”, es feliz para siempre…

–Extraño un poco manejar mi auto –me dijo.
–No hay problema. La próxima vez que salgamos vengo a buscarte, dejamos mi auto acá y vamos con el tuyo –contesté.

Ya habíamos salido unas cuantas veces y “como Dios manda y corresponde a todo niño bien de mi edad” (como dice un amigo mío) era yo quien pasaba por su casa a buscarla. La mayoría de los lugares a los que fuimos, sin embargo, eran lugares que ella elegía. Que ella conocía. Yo manejaba, ella marcaba el camino.

Cuando me comentó su añoranza por ser ella quien estuviera detrás del volante me pareció que con la solución propuesta lograba balancear mi caballerosidad (ir yo) y su deseo de ser ella quien “condujera”.

Y eso hicimos la siguiente vez. Fui a buscarla, estacionamos mi auto y fuimos con el de ella… a un lugar que yo le hice conocer. Ella condujo. Yo marqué el camino.

Lindo. Bien mezcladito. Bien “nosotros” yendo a un mismo lugar pero sin perder ni un poquito del “ella” y “yo”.

Hace unos años, con la que fue mi segunda mujer y en una muestra de canto, ella cantó dos canciones y yo canté otras dos. Y los dos cantamos a dúo otro par de temas. Sus temas, su estilo. Mis temas, mi estilo. Nuestros temas… su estilo y el mío. Juntos, pero sin perder ni un poquito del suyo o del mío.

Lindo. Bien mezcladito. Bien “nosotros” cantando la misma canción, pero sin que ninguno perdiera su propia voz.

De ahí mi carta:

Quiero que seas mi despareja. No quiero que el “juntos a la par” de Pappo sea una constante. Simplemente porque no creo que sea posible. Y a mí, cuando de amor se trata, me gustan las cosas que pueden ser.

Por eso quiero que a veces naveguemos en mi barco y sea yo quien lleve el timón. Por el sólo placer de llevarte. Por mi voraz deseo de que conozcas lugares nuevos de mi mano. Por mis ganas de ver tu sonrisa al sol.

También quiero poder ser el capitán de mi nave cuando la tormenta arrecie y te sientas desamparada. Y ser yo quien nos lleve del otro lado del maremoto, para volver a sonreír en aguas calmas.

Pero quiero que otras veces naveguemos en tu barco. Quiero que seas vos quien me haga conocer nuevos horizontes. Quiero ser yo quien se deje llevar mientras te admiro en silencio viéndote timonear tu barco.

También quiero poder arrinconarme en la popa en aquellas tormentas contra las que no pueda. Y que seas vos quien nos saque de ahí y nos lleve a recalar en alguna remota y serena isla.

Pero quiero más aún. Quiero, por la mera alegría de vivir la magia, que muchas veces tomemos el timón los dos, ya sea el de tu barco o el del mío y descubramos recoletos lugares juntos. Nuevos lugares, mágicos, creados por nosotros.

Y que en algunas tormentas, juntemos fuerzas para poder sobrellevarlas. Y que podamos mirarnos a los ojos mientras tanto, aún con la lluvia partiéndonos la cara, con una mueca por sonrisa que nos diga mutuamente que “de ésta salimos juntos”.

Pero no quiero desarmar tu barco y el mío para fusionarlos en uno. No quiero anillos que se complementen y que en los ratos en que no están juntos estén partidos. Quiero que puedas navegar tus mares y yo los míos.

Quiero que conserves tu barco. Quiero conservar el mío.

Y que construyamos juntos el puerto en el que,

cada noche,

querramos anclar…

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Adrián Ares tiene 56 años y es Licenciado en Psicología recibido en 1992 en la Universidad del Salvador. Padre de dos hijas y una “prestada” –como él mismo la define– lanzó el blog “Monólogos de un hombre cualquiera” a fines de noviembre de 2016 desde una cabaña en Salto, Uruguay, a la cual va frecuentemente a disfrutar de su otra gran pasión: la pesca.

El blog tiene hoy 80.000 lectores, muchos de los cuales interactúan con el autor en los “Miércoles de reflexión”, una sección de su página de Facebook en la que postea bromas con el único fin de divertirse una vez por semana.

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